Aun sigo pegada al cristal de mi ventana todas las noches mientras me lavo los dientes y observo la calle. Y la sigo viendo vacía de ilusión, de color, de sonido…
Corría el mes de febrero del pasado año y un viaje en mis manos. Nueva York. Un lugar de ensueño que quería repetir. Siempre ofrece algo nuevo. La incertidumbre era latente, las noticias sobre un virus nacido en China invadían todos los espacios televisivos y mi sueño en el aire.
Se cumplió: fui, disfruté y volví. Aterricé en Barajas tres días antes del severo confinamiento al que los gobiernos se vieron obligados a hacer en todo el planeta. Me invadió una sensación de formar parte de una película de ciencia ficción de la que nadie se podía evadir.
En los balcones de mi alrededor se amontonaban familias con todos sus miembros celebrando con aplausos el esfuerzo del personal sanitario. En uno de ellos, dos hermanas jóvenes sacaban el radiocasete a todo volumen con la canción del Duo Dinámico “Resistiré” mientras ejecutaban un baile con palmas animando al resto a sumarse a el. Se convirtió en el momento del día. Así noche tras noche hasta pasados dos meses en los que los turnos por edad para darte un paseo priorizaron dicho aplauso.
Un tsunami, una ola, otra ola, otra mas… Mientras intento esquivar todas y cada una de estas variantes pagando un alto precio: alejarme de familia, amigos y planes. Busco refugio en la naturaleza; es momento de cambiar las tardes de vinos en terrazas por paseos por el monte, baños en el mar y días de sol.
La ansiada vacuna se transformó en el deseo de muchos y la animadversión de otros. Siendo centro de polémica y descarte por parte de aquellos que la rechazan, que desconfían o que simplemente optan por no ponérsela. Atentando contra la libertad individual de cada individuo frente a un bien común. Y convirtiéndose en un motivo mas de enfrentamiento entre familias o amigos.
Y la mascarilla. Ese bozal que en un principio escaseo, se encareció y ahora se ha abaratado dejando paso a los test de antígenos. Necesarios para poder ver a abuelos y gente delicada de salud. ¡ Qué negocio!
Hoy en día sigo creyendo que nadie sabe nada, que todo forma parte de una prueba en la que todos somos participes. Dentro de unos años se verán las consecuencias de todo lo vivido y se dejará atrás una pesadilla esperando ver cual será la siguiente. Porque llegará…. Mientras tanto vivamos porque si algo está claro es que el tiempo no vuelve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario