lunes, 24 de septiembre de 2012

SAN PETERSBURGO (PARTE I)


Al llegar, la ciudad me recibió con una lluvia y un cielo oscuro que hacia que brillaran aun mas, todas las cúpulas de las iglesias de la ciudad.




Rodeada por multitud de canales que te llevan a el gran Río Neva. En la Edad Media, el río tenía una gran importancia, ya que al ser ancho y navegable constituía un canal de comunicación entre el mar Báltico y el Volga. Hoy en día multitud de barcos de turistas visitan así los grandes palacios y museos de la época de Pedro El Grande.

A veinticinco kilómetros del centro, en una localidad que se llama Pushkin se encuentra el Palacio de Catalina, que era el palacio de verano de los zares.





Este palacio lo mando construir Catalina I de Rusia en el año 1.717 para su distracción. Mientras el pueblo se moría de hambre, aquí se podía ver un exceso de lujo; estancias enormes que se calentaban con estufas enormes forradas de cerámica, techos y paredes doradas, los suelos forrados con unas maderas traídas desde Europa.
Para que no se dañen los suelos, todos los visitantes tenían que ponerse unas fundas protectoras en los zapatos.









Aquí podéis ver una de las estufas que se encontraban en cada una de las estancias.



Catalina tenía un traje para cada día, alrededor de dieciséis mil, nunca repetía ninguno. Imaginad el espacio que necesitaría para guardarlos porque tenían un tamaño...





Hasta donde llegaban sus caprichos que mando forrar una habitación entera con piezas de ámbar, como si fuera un mosaico. No os lo puedo enseñar porque no dejaban hacer fotos para que no se dañara estas piezas.

El palacio estaba rodeado de jardines pulcramente cuidados haciendo ornamentos. Muchos novios van allí para hacerse su reportaje de bodas bajo los flashes de turistas.





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